Si usted o yo quisiéramos abrir un negocio lo primero que tendríamos que hacer es encargar un estudio de mercado. Para saber esto no hace falta ser un economista tipo Paul Krugman, Nobel en 2008 precisamente por su análisis de patrones comerciales y localización de actividad económica ni un visionario como Steve Jobs, ni haber estudiado en las mejores escuelas de negocios.
Al Mercado de la Corredoria lo estudiarán como paradigma de mala gestión en esas escuelas de negocios que ni usted ni yo hemos pisado para montar nuestro imaginario negocio. He estado escudriñando desde hace meses la historia de esa obra repasando expedientes, informes, pliegos, entrevistándome con comerciantes de la zona… Un ejercicio documental que sólo puede llevar a la conclusión de que el mercado se hizo sin importar lo más mínimo saber si era necesario o viable.
El estudio de implantación llegó, una vez concluida la obra ¿Y qué dijo? Que hacer el mercado era una idea estupenda, y que a la vez había un montón de datos que corroboraban exactamente lo contrario. O sea, sería como si yo encargase un informe para analizar si estoy preparado para correr una maratón y el informe dijera claro que sí al mismo tiempo que destacase mi estupenda hipertensión y mi asma crónica.
Dice el informe de implantación que el Mercado no es viable sin una mediana superficie que lo complemente ( lo malo es que ya hay tres en la zona). Que la cafetería no es rentable, demasiada competencia. Y que los márgenes para los puestos serían exiguos. Pero, oye, que colocar ahí un mercado es una gran idea.
A lo mejor es que su construcción no se guió por intereses comerciales o sociales sino electorales, y como el dinero público “no es de nadie”( y menos si viene de Europa)… Pero no seamos injustos. Esa frase hay que atribuírsela a una ministra socialista, y a la fiesta del Mercado de la Corredoria nos invitó el PP. Que empezó la casa por el tejado y, en este caso, la obra por la subvención.