El mercado laboral asturiano se desangra por su parte más vigorosa. Casi uno de cada dos asturianos menores de 24 años está en paro. Son los peores datos del país. Y detrás de ese desempleo juvenil camina una emigración forzosa y, junto a ella, huye un talento que se nos escapa entre los dedos. Un talento que, en muchos casos, cultivamos con esfuerzo en la región para que luego sean otros los que se aprovechan de él.
En apenas cuatro años se han ido de Asturias en busca de trabajo 4.800 jóvenes. Las cifras son del Instituto Nacional de Juventud y retratan la realidad del Principado entre 2009 y 2013. No hay otras más recientes, pero serían seguramente peores. Es tanto como si en menos de un lustro hubiese desaparecido de golpe el concejo de Noreña, o el de Cudillero. Peor aún, ya que los que se fugan no son jubilados, ni siquiera bebés, sino la médula de nuestro futuro a corto plazo.
Quien repudie los datos o quiera discutirlos no tiene más que pasarse un domingo por la tarde por las estaciones de tren y autobús o entrar en una aplicación de esas que permiten compartir coche particular, y buscar una plaza libre. Se estrellará de lleno contra la tozuda y joven realidad de este forzado proceso migratorio. Porque se van los que buscan trabajo y también los que ya lo han encontrado. Escapan aquellos que han conseguido que fuera de la tierra que los vio nacer y que en muchos casos los educó, les ofrezcan una expectativa laboral que Asturias no sabe darles.
El papel de quienes hemos asumido responsabilidades políticas no debe ser solo el de criticar las sistemáticas políticas fallidas, sino el de aportar soluciones a este problema, que acabará por hacerse endémico si no lo atajamos pronto. No podemos permitir que la primera reacción que nuestra sociedad ofrece a un joven que acaba de terminar sus estudios en los que cada vez invierte más tiempo y dinero sea la bofetada de un mercado laboral que no tiene un hueco para él.
Las administraciones están obligadas a poner los medios y soluciones necesarias, entre otras cosas, porque esos años de estudio han costado mucho dinero a las arcas públicas y sería bueno aspirar a que ese esfuerzo no se quede en un gasto sino en una inversión. Nuestra inversión en el futuro de nuestra tierra. La principal herencia de las siguientes generaciones.
Y no hay instancias ajenas. Los gobiernos, las instituciones académicas, las empresas y, en definitiva, todos los estamentos implicados deben colaborar. Debemos estar a la altura de lo que la sociedad nos demanda. Tenemos que trabajar para conseguir que los recursos económicos que ponemos para tener unos centros académicos públicos eficientes, unos docentes cualificados y unas becas que hagan accesible la educación a todos tenga su retorno. Y que lo veamos reflejado en las tasas de ocupación y en las encuestas trimestrales de empleo y los datos mensuales del paro. De nada sirve construir un tejido educativo sólido, universal y gratuito, si solo forma emigrantes y parados. El mercado laboral tiene que estar a la altura.
La solución pasa, en primer lugar, por que todas las fuerzas políticas nos pongamos de acuerdo y rememos en la misma dirección para acabar con este éxodo de talento juvenil. ¿Cómo? Suscribiendo de una vez por todas un pacto nacional por la educación que sea hijo de un debate en el que todos escuchemos y cedamos. Porque eso es lo que, por dos veces en un año, nos han pedido las urnas. Un pacto que haga Historia y que perdure en el tiempo. Un pacto que haga que dejemos de jugar con el pan de nuestros hijos. Un pacto que extirpe la educación del debate político para siempre.
Un pacto que nos permita destinar los esfuerzos y recursos que sean necesarios a mejorar la Formación Profesional, a aumentar los recursos destinados a los ciclos de grado medio y a impulsar una verdadera FP dual que combine la formación académica con las prácticas laborales en la empresa. Que acerque los centros a la realidad laboral del país y de las comunidades autónomas, y que ofrezca al mercado realmente lo que éste demanda.
Nuestro trabajo debe empezar por ser capaces de asesorar a los jóvenes con la antelación necesaria para que tomen la decisión de lo que quieren ser en el futuro. Que es tanto como decidir qué harán el resto de sus vidas. De forma simultánea tenemos que ser capaces de estimular a las empresas incentivando la repatriación de nuestros jóvenes emigrados. Las administraciones no crean empleo, pero sí favorecen las conduciones para que los empresarios lo generen. La Universidad y los centros de FP deben desarrollar estrategias formativas conjuntas que permitan configurar una oferta de estudios atractivos y gestionar de forma eficiente bolsas de trabajo de aquellos alumnos que han pasado por sus aulas.
Los medios de comunicación encarnan en nuestra evolución social el papel testigos y jueces de la labor política. Éste desde el que me dirijo a ustedes cumple 80 años de vigilancia social en Asturias. Y lo ha logrado siendo además una referencia informativa, luchando contra vientos tecnológicos y mareas sociopolíticas. Ha logrado alcanzar una excelencia en su ámbito en un camino tortuoso y complejo. Y ese esfuerzo constante por ofrecer cada día un producto mejor es el que, trasladado al campo político, aspiramos a alcanzar desde Ciudadanos Asturias. Queremos contribuir a configurar una política educativa y laboral que frene la sangría juvenil y que logre recuperar la formación emigrada. Que la Asturias del futuro no regale talento, sino que sea capaz de aprovecharlo para crecer.